Hay que llevar al Parlamento Europeo la voz de los españoles despojados; de los que no han tenido voz en este Parlamento desde hace décadas. La voz de los que creen que Europa es mucho más que la Unión Europea. La voz de los que no quieren diputados sumisos a las mayorías parlamentarias, sino exigentes en la defensa de sus intereses.
Venimos al Parlamento Europeo a defender, cuando esté en juego, la soberanía de España y los derechos, intereses, y aspiraciones de los españoles. A reclamar el respeto debido a nuestra nación, a su pasado, a su herencia y tradición.
Debemos denunciar los excesos federalistas y antinacionales de las burocracias y las pretensiones injustas de las élites globalistas. Y contribuir a promover esa otra Europa que es posible; una Europa de naciones soberanas que cooperan libre y voluntariamente; una Europa al servicio de la dignidad del hombre y de la libertad de las familias; una Europa que defienda a los millones de propietarios y de trabajadores que corren peligro de ser despojados; una Europa que sea de verdad un espacio de libertad, de seguridad y de justicia, al servicio de las familias y de la prosperidad económica y espiritual.
En la Comisión de Asuntos Constitucionales tengo el reto de acometer durante esta legislatura el envite del consenso progre hacia una Europa federal que elimine la libertad de las naciones: la llamada Conferencia sobre el futuro de Europa que amenaza, efectivamente, con cambiar Europa y hacerla irreconocible.
En la Comisión de Asuntos Jurídicos, son varios los retos que nos ocupan; el primero, sin duda, conseguir que Puigdemont y sus secuaces golpistas antiespañoles se sometan al juicio de nuestros Tribunales; y luego, reclamar que la Unión y en concreto el Parlamento sean respetuosos con las leyes nacionales y con los propios Tratados.
En la Comisión de Libertades, hemos de ser muy exigentes en la defensa de nuestras fronteras. La invasión inmigratoria de Europa es el gran reto político de nuestro tiempo. Y desde la Comisión de Libertades debemos exigir la defensa firme de nuestras fronteras y de nuestro régimen constitucional. Tolerancia cero con la inmigración ilegal. Y defensa firme de las libertades individuales ganadas por la Civilización occidental para el hombre: el derecho a la vida, el derecho a fundar una familia, a la dignidad del hombre, a su libertad de pensamiento, opinión, expresión, ideológica y religiosa; todas ellas en riesgo grave por los desafíos del consenso progre.
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